Con tantos estrenos a la semana, que muchas veces terminan saturándonos, muchas veces te ves obligado a descartar unas series en beneficio de otras. Hay veces que aciertas y otras, al poco de empezarlas, te das cuenta de tu error. Por mucho que lleves más de 20 años al pie del cañón, el supuesto olfato de “experto” no es infalible, pero hay algunas veces que te das de bruces con una serie que te engancha y no puedes parar de verla hasta que la terminas. Tenía pendiente de hablar de ella, sobre todo porque se ha convertido en uno de los grandes éxitos de Netflix en 2023 (necesitada estaba de alguno) y su pareja protagonista logró encandilarnos a muchos. Estoy hablando por supuesto de “La Diplomática”, la serie protagonizada por Keri Russell a la que acompaña Rufus Sewell con un personaje roba escenas de lo más embaucador. Una de las series del año, un apasionante thriller político, en el que hay tiempo para dramas de pareja, suspense y humor, todo ello aderezado por la química perfecta de la pareja protagonista.

Debora Cahn es la showrunner de La Diplomática, un drama político en el que tanto las tensiones políticas, como las matrimoniales son igual de importantes para resolver una crisis internacional. En este sentido, la serie protagonizada por Keri Russell se aleja y mucho lo que ofrecía El agente nocturno, otras de las sorpresas (agradables) del año en Netflix. Si en la adaptación de la novela de Matthew Quirk, nos encontrábamos con un thriller en el que los personajes están al servicio de la acción más frenética, y con una historia llena de giros imposibles que no nos daba tregua, en La Diplomática nos encontramos con todo lo contrario. Aquí, los personajes son el centro de la historia, una historia con el trasfondo de política internacional, pero que trata sobre las personas y de cómo afrontan los cambios de rol en una relación, y de cómo se lidia con el poder o con el deseo de obtenerlo.
En La Diplomática, Kate Wyler (Keri Russell) es nombrada embajadora de Estados Unidos en el Reino Unido, aunque su destino iba a ser Afganistán. Su nombramiento es toda una sorpresa y se produce en medio de una crisis internacional, tras el supuesto ataque sufrido por un buque de la Armada Británica cerca de las costas de Irán. Así da comienzo una serie en la que se nota que su creadora ha trabajado El ala oeste de la Casa Blanca y Homeland, dos producciones muy diferentes, pero de las que toma varios puntos clave. Una es un drama político de primer orden, una de las mejores series de la historia de la televisión, la otra es un thriller en el que la historia se construye alrededor de unos personajes, que se ven inmersos en múltiples conflictos. Se aprecian, por tanto, en La Diplomática, los continuos diálogos que tienen los diferentes protagonistas, muy al estilo de El Ala Oeste de la Casa Blanca y sus famosos “walk and talk”, marca de la casa de Sorkin. Pero, también tenemos una trama en la que se entrecruzan espías, secuestros, asesinatos, mensajes cifrados, políticos con ínfulas y periodismo sensacionalista.
Sin duda, si en algo destaca La Diplomática es por su pareja protagonista, que destila química en cada plano que comparten. Tanto Keri Russel como Rufus Sewell están en su salsa, y cada conversación que mantienen en pantalla es una delicia que recuerda a las comedias screwball clásicas como Luna Nueva, La fiera de mi niña o Historias de Filadelfia. Tanto juntos como separados, Russell y Sewell son el alma de la serie, y con sus apariciones mejoran cualquier escena. Para la primera, lejos queda su papel en Felicity (serie que la lanzó a la fama), y tras dar vida a una espía soviética en The Americans, en La Diplomática se pone en la piel de una mujer que se maneja sin problemas en zonas de crisis, pero que no está hecha para bailes de salón y reportajes en Vogue. Por su parte, al actor británico estamos más acostumbrados a verlo en papeles de villano (El hombre en el castillo), aunque muchos lo recordamos por la siempre reivindicable Dark City de Alex Proyas. Aquí, sin embargo, Sewell da vida a Hal Wyler, diplomático como ella y político estrella caído en desgracia debido a un enfrentamiento con el Secretario de Estado. Ambos forman un matrimonio que trabaja muy bien bajo presión, pero que tras años de relación ha comenzado a desgastarse, precisamente por sus diferentes formas de ver y afrontar las crisis a las que se enfrentan.

¿Sin ellos La Diplomática no funcionaría igual? Tal vez no. Es evidente que su relación (dentro y fuera de la política) es un reflejo de la situación geopolítica que muestra la serie, y el desencuentro que enfrenta a EEUU y Reino Unido. Claro que La Diplomática narra una historia interesante, si te gustan los thrillers políticos, con tensiones internacionales, movimientos geopolíticos que pueden desestabilizar una región y el terrorismo como amenaza global. Pero, si por algo engancha esta serie es por su dúo protagonista que tras su llegada a Londres pone patas arriba la hasta ahora estructurada y cronometrada diplomacia británico-estadounidense. Por otra parte, aunque parezca política ficción, La Diplomática sitúa la acción en un contexto de realidad tangible y muy reconocible para el espectador. El mundo acaba de sufir una pandemia global, Rusia ha invadido Ucrania y en La Casa Blanca gobierna un presidente de avanzada edad que busca vicepresidenta para ganar la reelección. Seguro que os suena. Puede que los nombres cambien, pero la coyuntura geopolítica que narra la serie nos pone cara a cara con un mundo real, y en el que lo que vemos y lo que ocurre es perfectamente creíble.
En resumen
Sin duda, La Diplomática es una de las series del año (al menos, si hablamos de Estados Unidos), y con tan solo 8 episodios ha logrado cautivar a un sinfín de espectadores, gracias a una historia sobre una pareja que lucha por salvar su matrimonio, en medio de una crisis internacional que puede derivar en una guerra contra Rusia. Un drama político, aderezado con toques de humor, punzantes diálogos y un dúo protagonista fantástico. Y, lo mejor es que tendremos segunda temporada, tras su renovación por parte de Netflix. ¡Viva la diplomacia! ¡Viva Keri Russell!