Durante las últimas décadas y en distintos países, de vez en cuando aparece una película cuya intención es la de hacer un retrato generacional de los jóvenes o de la gente de mediana edad. Que pretende tomar una fotografía en forma de largometraje de como la sociedad del momento influye en la vida de los protagonistas en cuestión y afecta a todos los ámbitos. Se me ocurren películas que pueden ir desde la excelente «Reality bites» en los noventa, pasando por otras propuestas más desconocidas por el gran público como «Mientras seamos jóvenes» de Noah Baumbach, y que acabarían con la película que nos atañe «Nosotros no nos mataremos con pistolas» que es la opción española a todo ello.
La cinta, que llegará a los cines españoles el 17 de junio, nos narra la historia de este grupo de amigos, distanciados por el tiempo y la vida que vuelven a reunirse en casa de Blanca para comer y ponerse al día de todo lo que han ido haciendo durante el periodo que ha transcurrido desde la última vez que estuvieron todos juntos.
El largometraje dirigido por Maria Ripoll va escalando en sus ideas con paso lento pero firme. Y, aunque comienza siendo una comedia al uso, va a ir «quitándose la careta» poco a poco para hablarnos de lo que realmente quiere hablarnos, que no es otra cosa que el dolor y la pérdida y como algunos actos traumáticos son capaces de separar a las personas.
Esta combinación de comedia y drama está perfectamente equilibrada mientras explora las relaciones interpersonales de sus personajes. A los que dan vida un elenco de actores jóvenes donde destacan tanto Ingrid García Jonsson como Elena Martin, que son claramente el alma de todo ello. Y es que, en el momento que la cinta pasa ese punto donde sus personajes comienzan a sincerarse y a hablar entre ellos de hechos ocurridos en el pasado, ya no hay marcha atrás. La cinta se eleva y se convierte en algo completamente distinto, mucho más potente dramáticamente e interesante en las reflexiones que lanza. El uso de los flashbacks está introducido de forma muy inteligente para que nosotros conectemos mejor con los hechos que debemos descubrir como espectadores. Y la forma en que se nos muestran las diferencias relacionales de esos momentos pasados a los actuales también ayuda a todo ello.
Debo decir, eso sí, que no nos encontramos ante una película pesimista. A pesar de los temas que trata la película mantiene el foco en ser una visión vitalista de la vida y una celebración de la misma. Manteniéndose en el terreno del canto a la vida por encima de todas las cosas y narrándonos esos pequeños momentos cotidianos en la vida de todo el mundo que nos mantienen pegados al suelo.
En definitiva
Nosotros no nos mataremos con pistolas es una de esas películas que nos hablan de nosotros mismos. De como el día a día, los problemas, las crisis y los eventos traumáticos pueden transformarnos y hacernos olvidar a los seres queridos que tenemos más cerca. Es muy divertida en algunos momentos, muy dura en otros y, en general, una película muy valiente y atrevida. Ojalá hubiese más propuestas como esta más a menudo.