A Lucía Alemany la conocimos hace unos años por la maravillosa “La innocència”, cinta que escribía y dirigía y que, a todas luces, era una película claramente autobiográfica que nos hablaba de la juventud, la importancia de la familia y la presión que sufren muchísimas chicas especialmente en pueblos pequeños, donde todo el mundo se conoce y las apariencias ganan un peso que jamás deberían tener.
Después de ese, como ya digo, para mí fenomenal debut nos encontramos que Lucía Alemany pasa a dirigir Mari(Dos) – que llegó a nuestros cines el pasado 10 de marzo- una película completamente opuesta a su opera prima en prácticamente todo y donde la directora y guionista no está acreditada en el guion.
Debo reconocer, para empezar, que la directora española se las apaña francamente bien tras las cámaras. A pesar de encontrarnos ante una comedia que se mueve en parámetros y lugares comunes -en líneas generales, tiene excepciones que comentaré más adelante- si que se nota un claro sello en la forma en cómo está dirigida la cinta. Desde el uso de planos aéreos, al más puro estilo “Cluedo”, viendo desde arriba a los personajes buscando pistas -en algunos momentos de la película se pasa del humor al suspense distendido, de forma muy acertada- a la forma en como pone en escena la presentación de los distintos personajes. Es más que evidente, a poco que queramos fijarnos un poco, que Lucía quiere dejar su sello en esta producción y que, en mi opinión, lo consigue claramente gracias a esa estética tan marcada que va consiguiendo dejar patente en multitud de escenas durante el largometraje.
En cualquier caso, y ya centrándonos en temas más de guion e historia de la película, estamos ante una historia que, si bien no intenta inventar la rueda -no deja de ser una comedia de enredos bastante típica en algunos puntos mezclada con la típica “buddy movie” tan presente en el cine norteamericano- sí que tiene la intención de actualizar los conflictos entre parejas -y entre los dos hombres protagonistas- a temáticas mucho más acorde al siglo XXI, hecho que yo agradezco enormemente y que le ayuda a salirse de la norma en multitud de escenas.
Hay una sucesión de temáticas que se van tratando durante la película que enriquecen el relato y que aportan ese extra que muchas veces buscamos en las comedias en nuestro país y no acabamos de encontrar de forma habitual.
Además, la cinta tiene la virtud de tratar esas temáticas de forma fresca y natural, sin entrar en subrayar todo en exceso o en machacarlo demasiado para que todo el mundo lo entienda. Es algo que, simplemente, está ahí y ya está. Tan natural y habitual como en la vida misma.
Por otra parte, y como toda buena comedia que se precie, tiene en los actores a sus principales valedores de todo este producto. Y es que, tanto Paco León como Ernesto Alterio funcionan francamente bien. Y no solo juntos, sino que también lo hacen por separado. La química entre los dos es evidente y el guion les ayuda a ello convirtiendo a uno en el contrapunto del otro. Como una especie de Ying-Yang de las relaciones y de formas de ver -y de avanzar- por la vida. Donde Toni -el personaje al que da vida Paco León- ve algo bueno, Emilio -al que da vida Ernesto Alterio- ve un problema. Y es en esas discrepancias donde se articulan un montón de gags que funcionan y arrancan las carcajadas del público.
En definitiva
Realmente, creo que estamos ante una comedia para toda la familia que funciona francamente bien en casi todo, sin llegar a ser excelente en casi nada. Es de esas películas que cumplen su parte del trato, te dan un muy buen rato de risas -y algún momento emotivo, dicho sea de paso- en una sala de cine y te dejan al salir un buen sabor de boca durante días. Una más que digna propuesta para pasar un buen rato entretenidos.