Con el Mundial de clubes dando sus últimos coletazos, en medio de un verano de lo más caluroso, llega a Movistar Plus+ “Mercato”, un frenético thriller ambientado en el mundo del fútbol, que nos muestra el lado menos glamuroso, y a la vez más humano del deporte rey. Dirigida por Tristán Senguela, la película nos enseña el punto de vista de los agentes de futbolistas, personajes que mueven los hilos entre bambalinas y fuera del foco mediático. Un filme, que es puro entretenimiento, pero que aporta varias reflexiones sobre como el fútbol se ha convertido en un negocio que ha olvidado en gran medida al aficionado de a pie.
Lejos de los focos, los aplausos y los goles, Mercato se sumerge en los entresijos de una industria donde se negocian cifras astronómicas y donde los intereses económicos pesan tanto —o más— que el talento en el campo. Jamel Debbouze, quien también firma la idea original, da vida a un agente en crisis, acosado por las deudas, divorciado y con un hijo al que no ve desde hace tres meses. El actor franco-marroquí, más conocido por sus papeles cómicos, interpreta en Mercato a Driss, un hombre que se ha convertido en una sombra de lo que fue. Ha olvidado su pasión por el fútbol y descuidado a su familia, por un trabajo que le ocupa las veinticuatro horas del día. Ahora, cuando quedan tan solo 7 días para cerrar el mercado de fichajes, se verá amenazado por un gánster, viéndose empujado a una carrera contrarreloj para hacer el negocio de su vida, mientras intenta salvar el pellejo.
Con esta premisa, se nos presenta una película que, bajo su tono de comedia mordaz, revela las tensiones, los absurdos y las paradojas del fútbol moderno. Con un ritmo endiablado, y una cuenta atrás que avanza inexorable, Mercato nos enseña lo que hay detrás de las remontadas épicas, los regates imposibles y las celebraciones virales. Aquí, el balón queda en un segundo plano para enfocarnos en los despachos, las presiones mediáticas y las operaciones contrarreloj. Con la figura de Driss (Debbouze), a modo de Cicerone involuntario, descubrimos un mundo en el que los sentimientos son sustituidos por números y porcentajes.
En la película hay humor claro, pero aquí Debbouze está más contenido, dando vida a un perdedor, un trápala en toda regla, al que todo le sale mal y que lleva una vida de apariencias y engaños. Su personaje se ha convertido en un paria dentro de su profesión, un agente en el que pocos confían y para el que decir la verdad ya no es una opción. A través de Driss, el guion de Olivier Demangel y Thomas Finkielkraut realiza una crítica sutil y nada velada a la mercantilización del deporte rey. Futbolistas convertidos en estrellas mediáticas que olvidaron porque juegan al fútbol, niños que son utilizados para negocios lucrativos olvidándose de su infancia, y aficionados cuya pasión por un club solo sirve a los intereses financieros del propietario de turno
Mercato en una propuesta interesante, porque se ríe del sistema sin necesidad de caer en la caricatura. No hace falta, porque como se suele decir, la realidad supera a la ficción. Incluso cuando se muestra la negociación con los diferentes jeques propietarios de grandes clubes ingleses o saudíes. Porque lo que podría sonar a broma, deja de lado el chiste para meter el dedo en la llaga de como el fútbol se ha convertido en un negocio tan rentable como abusivo y cruel.
En resumen
Mercato no solo es una película que entretiene, sino que también incomoda, porque nos obliga a preguntarnos qué queda del deporte cuando el negocio lo invade todo. Con Jamel Debbouze (bordando su papel de perdedor) como protagonista absoluto, sus casi dos horas de duración se pasan volando, gracias a una historia ágil (a ratos desenfrenada) y perfectamente reconocible para quienes siguen el fútbol más allá de los 90 minutos de juego. La película funciona tanto para el aficionado que se apasiona con cada fichaje como para el espectador que busca una historia inteligente, que sabe explotar su mezcla de comedia y drama, para construir un relato que te hace pensar.
Una película imprescindible para quienes quieren ver el fútbol desde una óptica diferente. Quizá, en un deporte en el que se pasa de la alegría a la tristeza (y viceversa) en un solo instante, Mercato nos muestra su cara menos amable. Así que tal vez, no sea apta para quienes aún creen que lo único que importa es el amor a la camiseta.