Era 1985. Víspera de Navidad. Mi tío Valentín nos llevó a mi hermano y a mí a ver una película al desaparecido Cine Emperador de Sevilla. En aquel cine conocí a mi héroe. Manejaba un monopatín, llevaba un Walkman, escuchaba a Van Halen, vestía vaqueros, tirantes y unas zapatillas muy chulas, y además de todo eso, tocaba la guitarra eléctrica y tenía una novia muy guapa que le quería. Pero por si todo esto fuera poco, mi héroe tenía un amigo científico que había construido una máquina del tiempo, un coche que abría sus puertas como las alas de una gaviota.
Mi héroe es Michael J. Fox. Por aquel entonces era un joven que contaba veintipocos años cuando estrenó la película que le hizo mundialmente conocido: Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985). Es imposible hacer un listado de las mejores películas de nuestra infancia, la de los cuarentones como yo, sin incluir esta película en esa lista. Cuando conocí a su personaje, Marty McFly, subido al escenario del baile de El encantamiento bajo el mar cantando y tocando Johnny B. Good, supe que quería ser como él. Quería ser como mi héroe. Empecé por lo básico: conseguí mi primer Walkman, unas zapatillas parecidas a las suyas, o al menos de la misma marca, los tirantes, el peinado… Y poco más tarde aprendí a tocar la guitarra y durante más de media vida, me he dedicado a cantar encima de un escenario. Por culpa de aquella película. Por culpa de Michael J. Fox o gracias a el.
Después de Regreso al futuro, como un fan extremadamente fiel, seguí toda su filmografía, series (Enredos de familia, Spin City, El Show de Michael J. Fox) y hasta los anuncios de refresco que hacía. Cada vez que aquel joven canadiense iba cambiando de disfraz, yo quería parecerme a él, ser como él y “molar” como él. Hay otras dos películas que para mí son referencia, templos de recuerdos de mi infancia y adolescencia: Teen Wolf (De pelo en pecho) (Rob Daniel, 1987), y El secreto de mi éxito (Herbert Ross, 1987). Durante muchos años me los diálogos de aquellas películas de memoria. Su forma de caminar, de reír, sus torpes maneras a la hora de hablar o de moverse para resultar más cómico, eran mi máxima referencia. Supongo que no estoy solo en esto y que, como yo, miles de chavales alucinaron con Michael J. Fox y querían parecerse a él.
Apple TV+ acaba de estrenar La vida de Michael J. Fox, un documental dirigido por Davis Guggenheim. Este director es el actual marido de Elisabeth Shue, que interpretó a su novia, Jennifer, en las continuaciones de Regreso al futuro, cuando Claudia Wells se vio obligada a abandonar el proyecto (la madre de Wells enfermó de cáncer). Debido a la buena relación de amistad entre ellos, Guggenheim le planteó rodar esta conversación en el que se cuenta su trayectoria completa desde su infancia, su éxito al llegar a Hollywood y su posterior lucha contra la enfermedad que le diagnosticaron siendo muy joven: La enfermedad de Parkinson.
El resultado es un documento de 135 minutos de duración en el que nos reencontramos con mi héroe (nuestro héroe) que ha sufrido y sigue sufriendo las embestidas de esta enfermedad. Se muestra cansado, fatigado y apesadumbrado en algunos momentos, porque no cree que llegue a los 80 años. Pero tarda más de una hora en nombrar la palabra “dolor”, a pesar de todo este sufrimiento. Viene a recordárselo el propio Guggenheim en un momento de la entrevista: “No te has quejado ni una sola vez de tu dolor, Michael”. Y eso que desde que empezó todo, la vida del actor ha sido un auténtico viacrucis para sostenerse en lucha contra la gravedad. El Parkinson le impide mantener una vida normal y el simple hecho de caminar, tropezarse, caerse, se convierte en un auténtico suplicio. Al canadiense le han tenido que operar y ponerle clavos en las manos, en uno de sus pómulos, al caerse y golpearse con muebles de la casa bruscamente.
Pero a pesar de todo, La vida de Michael J. Fox no es un documental dramático, sino más bien conmovedor, emocionante, y mi héroe se abre en canal y nos abre las puertas de su casa para contarnos cómo es su vida ahora, y para celebrar todo lo vivido. Pues a pesar de haberlo conseguido todo en el mundo del espectáculo hollywoodiense, la suya es una historia de una avería y redención, de auge y caída, como la que han sufrido tantos otros actores y actrices afamados. Pero yo no esa veo caída en la vida de mi héroe. Todo lo contrario, lo veo más heroico que nunca, y me demuestra que hay que tener una personalidad y una fuerza muy arrolladora para poder superar tantos baches y seguir manteniendo la dignidad, la ternura y el buen humor. Michael J. Fox no deja en ningún momento de hacer chistes, de hacernos reír o reírse de sí mismo. Tiene generosidad a raudales: para sus fans, para sus amigos y para su familia. Él reconoce sus sombras, el haber tenido que lidiar en su momento con los excesos de alcohol y drogas, pero que, gracias a su familia, supo mantener la cabeza encima de sus hombros.
Enternece toda la parte en la que habla de sus hijos, de hecho, el documental nos permite ser testigos de esta interacción real. Él reconoce que sus hijos no muestran compasión o lástima por él, sino que le tratan como a un miembro más de la familia, absolutamente integrado y con el que se puede contar y bromear.
El actor hace una verdadera declaración de amor a su mujer, el amor de su vida: Tracy Pollan, que no es que le haya ayudado en esta causa, a manejar esta maldita enfermedad, sino que la carga que iba a compartir con Michael, ha llegado a hacerla totalmente suya. No hay ni un miligramo de impostura en el documental. Muestra a un Michael J. Fox vulnerable, frágil, tremendamente emocionado y orgulloso, tanto cuando habla de su esposa como de su padre, que recorrió en coche miles de kilómetros para que él triunfara en el cine internacionalmente.
En resumen
Michael J. Fox es eso que llaman un icono de la cinematografía. Para mí, sigue siendo mi héroe. Desde mi infancia. No puedo evitar emocionarme, como cuanto le propinaba un puñetazo a Biff Tannen, o encestaba la última canasta de tiros libres con Los Beavers (en De Pelo en pecho). La vida de Michael J. Fox es la historia de mi héroe que durante todo este tiempo ha sido incapaz de estarse quieto. No paró de correr desde muy niño hasta alcanzar sus sueños. Después, por desgracia, la vida le puso palos en las ruedas pero lejos de truncar esa vida, le alzó a la condición de superhéroe. Si no hubiera sido por él y su activismo en la lucha contra el Parkinson, muchas personas no habrían podido beneficiarse de los avances en la investigación contra esta enfermedad degenerativa.
El ejemplo de Michael J. Fox es el ejemplo de un héroe llevado hasta las últimas consecuencias y en los momentos más adversos. Y ahí es, cuando le miras a los ojos, y sigues viendo al héroe que conociste cuando tenías 10 años y cambió tu vida para siempre. Porque ves al hombre bondadoso, humilde y valiente que siempre quisiste ser.
Gracias por todo, Mike. Todavía aspiro a ser como tú.
Un gran actor, qué recuerdos de ‘Regreso al futuro’, inolvidable
Sin lugar a dudas, para mí una de las grandes producciones de la factoría AMBLIN, una de las grandes apuestas de Steven Spielberg. Un abrazo y gracias por leerme.