Celebrar las rupturas en lugar de las uniones. Esa es la base de una película en la que su director, Jonás Trueba, se revisa a sí mismo en la cinta y se lo critica todo en un “yo me lo guiso yo me lo como”. El resultado es muy tierno y muy cinematográfico. Un poco a lo Billy Wilde pero a la española.
En serio, que un guion repita durante 80 minutos lo mismo, con frases prácticamente calcadas y que luego en pantalla resulte dinámico, divertido y entretenido, solo está al alcance de unos poquitos.
Vayamos por partes.
Ale (Itsaso Arana) y Alex (Vito Sanz) –directora de cine ella, actor él- llevan 14 años juntos y forman ese tipo de pareja a la que todos tienen de referente. Pero una noche, sobre la cama, repasan su nivel de felicidad y llegan a la conclusión de que deben separarse. Lo lógico sería que comenzara aquí el drama, pero no, en realidad, tira a comedia.
Porque los protagonistas, en lugar de hacer de la separación algo de lo que avergonzarse, deciden –con dudas, claro- poner en práctica una idea machacada del padre de Ale (Fernando Trueba) y festejar su ruptura por todo lo alto. Es una decisión que suma tiempo al descuento y promueve entre ellos otro tipo de acercamiento. Toca, pues, organizarlo todo y dar las oportunas explicaciones.
Hasta aquí el argumento de Volveréis, más que suficiente tal y como está realizada la película para que enganche. Pero, claro, hablamos de Jonás Trueba, así que es imposible aislarse de los temas sobre los que reflexiona en todas las escenas: desde la evolución del amor, de la pareja, las relaciones, la familia, los amigos, los equipos de trabajo y las aspiraciones, hasta el precio del alquiler en Madrid y la situación de la vivienda.
Con esas lianas y con frases repetidas, transcurre la cinta. Sí, sí. Una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, como exige la situación, Ale y Alex se enfrentan a públicos distintos con los mismos tres titulares: “nos separamos”; “pero estamos bien, ¿eh?”, y “vamos a hacer una fiesta”. Tres frases con las que desvían el foco de los verdaderos motivos de su decisión –si es que realmente los tienen- y abren la puerta a la divagación, a la reafirmación y a lo trascedente.
Tal cual está planteada, Volveréis es una película sencilla que también habla de cine, está hecha para el cine y tiene mucho cine dentro y fuera. Algo que parece inevitable si se proviene de una saga de cineastas como los Trueba en cuyas casas el cine es el principal alimento. Por eso es endogámica, y no pasa nada por escribirlo. Lo es desde su gestación en el guion, en el que participan, además del propio Jonás Trueba, los coprotagonistas de Volveréis: Itsaso Arana y Vito Sanz.
Lo es porque todo transcurre mientras Ale vive su situación de pareja sumida en pleno montaje como directora de la película que cuenta su separación, y en la que Alex es el protagonista. Lo es cuando Ale organiza el primer visionado y ahí afloran las críticas, las mismas que cualquiera podríamos hacerle.
Y lo es al elegir parte del elenco. Trueba incluye a Trueba (Fernando) haciendo el papel de padre preocupado, cuyos consejos hacia su hija van en forma de reflexiones y libros de célebres cineastas y filósofos cinematográficos.
En resumen
Cine, cine, cine. Volveréis es una película tan discreta como excelente y, aunque parece fácil de hacer, se vislumbran unas cuantas complicaciones de fondo. Hacer funcionar situaciones tan sencillas y cotidianas con mensajes en los que todos somos más o menos expertos, suele tener malos resultados. Salvo que tengas una especial mirada hacia las cosas, seas un poco genio y hayas aprendido de los mejores.