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“Tierras Perdidas”: Hechicería y violencia en el fin del mundo

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Gerard Garrido Duch
Gerard Garrido Duch
Divulgador científico y cultural, además de apasionado del cine y de la crítica. Soy un barcelonés devorador de películas, estudioso de los Oscar y devoto de Billy Wilder y Scorsese. Capaz de desviar cualquier conversación hacia el cine, también encuentro refugio en el fútbol, la música y la gastronomía.
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Cuando la serie “Juego de Tronos” se convirtió en uno de los fenómenos televisivos más rotundos de la historia, parecía evidente que la obra literaria de Geroge R. R. Martin iba a ser material para adaptaciones audiovisuales durante mucho tiempo. En 2015, en el momento de mayor éxito de la serie de Weiss y Benioff, ya se quiso adaptar el relato de Martin titulado “In the Lost Lands”. Hemos tenido que esperar diez años para ver esta historia adaptada a la gran pantalla, y ha terminado llegando de la mano de Paul W. S. Anderson.

Tierras perdidas es una narración postapocalíptica que mezcla fantasía oscura con una estética catastrofista a lo Mad Max. En el centro de la aventura están la bruja Gray Alys (Mila Jovovich) y Boyce (Dave Bautista), que se embarcan en una misión a través de los páramos más hostiles de la civilización. A nivel narrativo, es una película poco sorprendente, a pesar de querer impactar con giros de guion aparentemente imprevisibles. Su mayor esfuerzo está en construir su universo, y no hay mucho interés en desarrollar los personajes ni sus acciones con un sentido veraz.

Sin embargo, Anderson deja claro desde el primer momento que, para él, la trama es secundaria, pues su puesta en escena es tan excesiva que opaca cualquier diálogo. Visualmente, la película abusa intencionadamente del digital y construye una identidad visual reminiscente de las películas más extremas de Zack Snyder. Resulta bastante más interesante su visión estilizadísima de la violencia que los efectos digitales para plasmar la hechicería. El uso que aplica Anderson de la iluminación, también muy al límite, consigue elaborar varias imágenes memorables, tanto en los claroscuros como en sus momentos más paisajísticos.

Si en lo visual resulta más interesante la violencia que la magia, en lo narrativo se repite el patrón. De este modo, termina por ser mucho más interesante el trabajo de Dave Bautista que la contención de Jovovich. Bautista demuestra que es una fuerza de la naturaleza con una interpretación descarnada y absolutamente comprometida con el film. Jovovich lo tiene más difícil, pues debe dar sentido a una historia algo simple y cargar con el peso intelectual y filosófico de una narración que se cree más profunda de lo que es.

En muchos sentidos, Tierras perdidas es una película que pertenece al pasado. Su estética y su visión del género fantástico recuerdan a la época de los videoclubs, cuando Paul W. S. Anderson conquistó a los fans del cine de género con películas como Resident Evil. En 2025, parece condenada a terminar olvidada en el océano de contenido de las plataformas, y es poco probable que la descubra nadie que no sea un devoto de Geroge R. R. Martin o un nostálgico de la serie B noventera.

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