Me sorprenden cuando alguien me dice que esta serie no es de tu estilo. El abanico de series en el que me muevo es muy amplio: desde “La Casa del Dragón” a “Las de la última fila” cabe mucha diversidad. “Merlí”, “Días Mejores”, “Los ángeles Ignorantes”, “Yo adicto”, “Separación”, “Silo” son algunas de las que permanecerán en mi memoria y podrían no ser apriori de mi estilo. Memento Mori no es de las series que me atraen dada su temática, pero tras varias recomendaciones decidí darle una oportunidad porque siempre la miraba de reojo cuando aparecía por el catálogo de Prime Video. El título recuerda a un capítulo de “Expediente X”, aquel del cáncer de Scully, pero aquí será la frase que el asesino le diga a todas sus víctimas, por lo menos en la primera temporada. Dado que ya tenemos dos temporadas completas merece la pena darle una oportunidad para poder valorar el conjunto, algo que luego me pasará con el “El cuento de la criada” o “The Boys”.

Lo que más llama la atención de su primera temporada es su reparto. Podemos decir que el principal protagonista es Yon González, ese Dexter patrio que se lleva los mejores momentos de la serie. Esas alucinaciones alternativas es lo que me hizo levantarme del asiento en sus primeros capítulos. Su antagonista es el protagonista de García, Francisco Ortiz, y aquí parece estar desaprovechado en un personaje demasiado soso, algo parecido a lo que le pasó con esa adaptación de por aquel entonces HBO que empezó con fuerza y se quedó en nada. Pero claro al estar basada en un libro del mismo título de Cesar Pérez Gellida debe intentar ajustarse a la historia de la que parte. Ese contraste entre antagonistas viene reflejado en las escenas de sexo. Las protagonizadas por el malo son potentes, sensuales y con un Yon Gonzalez luciendo casi todas las partes de su cuerpo. Las protagonizadas por el bueno son sosas y aburridas, sin mostrar casi nada, denotando la diferencia entre uno y otro además de desaprovechar el potencial atractivo del actor que lo interpreta.
El tercero en discordia es Carapocha, un Juan Echanove que ya siempre será el hermano de Antonio Alcántara, por lo que cuesta verle en un papel demasiado alejado de lo que nos tiene acostumbrados. Lo que ya es habitual en las series es ese giro de guion que hace que el espectador se quede con el culo torcido, ya sea por la muerte del protagonista, y no quiero nombrar a ninguna serie porque está todavía demasiado reciente, o por descubrir las caras ocultas de un personaje. Eso es lo que le toca al personaje de Echanove.

Les acompaña con discreción pero pisando fuente, la compañera de Milena Smit en Libélulas, Olivia Baglivi con un look pelirrojo espectacular que es el otro personaje que da salsa a esta serie junto con el del asesino en su primera temporada. Porque sí, esta es otra serie de asesinatos, en la que conocemos desde el primer momento quien es el asesino, y nos sorprende como la policía puede ser tan lerda para pillarle. Deja descolado al espectador ese giro final doble en la primera temporada y es justo donde empieza la segunda.
La segunda temporada tras ese giro de la primera empieza muy diferente. Aunque esto ya lo hemos visto antes y se ha convertido en Dexter Morgan. Aún así mola verle matar. El resto demasiado lento como en la primera temporada, una investigación aburrida, escenas de sexo potentes para el asesino y poca chicha en las del poli. Siguen desaprovechando ese cuerpo. Continúan gustando las chicas, la pelirroja a la que le queda fatal el moreno en esta temporada empieza ya a cansar y la compi policía, Carlota Baró, que ya fue una roba escenas en la primera temporada se merece más protagonismo porque hasta ahora estaba muy desaprovechada, salvo esos chascarrillos a su jefe-amigo.
Más interesante que la primera temporada. Gana con el cambio de Valladolid a Trieste, aunque seguiremos teniendo tomas aéreas maravillosas de Pucela, y los asesinatos son más interesantes. Justo hay cambio de roles en cuanto a personajes del que más me gustaba, la hija de Carapocha, al que me menos me creía, Carapocha. Ahora sí me creo a Echanove y me interesa todo los secretos que guarda. La chulería característica de Yon González le viene muy bien al personaje, y Sancho parece que está espabilando tanto física como sexualmente, pero demasiado lento. Necesitamos que se suelte y enseñe lo mismo que su antagonista. Ahora la serie es menos aburrida, le ha venido bien eso de reducirla a cinco episodios, pero todavía sigue siendo difícil entender el lío que tienen montado entre los hermanos y el Carapocha. Ahora intento dormirme menos en cada episodio esperando que la segunda temporada termine bien, ya que al estar basado en una trilogía, tiene pinta de que esto no termina aquí.