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“Ciudad de asfalto”: una mirada reflexiva al caos de los paramédicos

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Pablo Arroyo
Pablo Arroyo
Apasionado del fútbol y del cine, me considero un periodista que combina su amor por el deporte con el arte de contar historias. Con un especial interés por las obras de Quentin Tarantino. Intento explorar la intersección entre el cine y el deporte, analizando cómo las narrativas del fútbol pueden ser tan cautivadoras como las mejores películas. Siempre en búsqueda de la próxima gran historia.
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La nueva película de Jean-Stéphane Sauvaire “Ciudad de asfalto”, ofrece una perspectiva sombría y reflexiva sobre la vida de los paramédicos urbanos a través de las experiencias de sus protagonista, Ollie Cross, interpretado por Tye Sheridan y Gene Rutkovsky, un veterano del oficio encarnado por Sean Penn, el filme busca explorar los dilemas éticos y la dualidad inherente a una profesión donde la línea entre la vida y la muerte se define en cuestión de segundos. Sin embargo, a pesar de su premisa atractiva y su potente reparto, la película tropieza en varios aspectos que comprometen su impacto narrativo.

Uno de los puntos centrales de Ciudad de asfalto es su representación de la rutina de los paramédicos. Desde el principio, queda claro que se pretende sumergir al espectador en un mundo de caos constante, donde las sirenas, los gritos y el estruendo de la ciudad son omnipresentes. Este uso de los efectos sonoros, aunque efectivo para transmitir la tensión y el agobio del trabajo, llega a ser abrumador en ocasiones. Las sirenas y los ruidos urbanos son tan dominantes que a veces desdibujan el diálogo y desorientan al espectador, restando claridad a algunas escenas clave. De manera similar, la iluminación juega un papel importante en la atmósfera de la película, con un uso deliberado de luces intermitentes y sombras pronunciadas que reflejan la naturaleza frenética y sombría del trabajo. No obstante, este recurso estético puede resultar excesivo, distrayendo más que aportando a la narrativa.

El ritmo también representa un desafío. La película comienza con un enfoque casi documental, mostrando repetidamente las idas y venidas de los paramédicos mientras atienden emergencias. Si bien esta estructura refuerza la monótona realidad de su trabajo, también genera una sensación de estancamiento en el desarrollo de la historia. La reiteración de estas escenas hace que la narrativa se perciba lenta y carente de dinamismo, especialmente en la primera mitad. A medida que la película avanza, finalmente se introduce un conflicto central relacionado con las diferencias filosóficas entre Ollie y Gene, pero el camino hasta llegar a ese punto resulta excesivamente largo.

En términos de interpretación, Tye Sheridan ofrece una actuación contenida y convincente como un joven paramédico que lucha por encontrar su lugar en un entorno hostil. Su interpretación refleja la vulnerabilidad y la determinación del personaje, aunque el guion no siempre le permite profundizar en sus motivaciones internas. Por su parte, Sean Penn como Gene Rutkovsky, un paramédico curtido y cínico cuya visión del mundo choca directamente con el idealismo de Ollie. Penn logra capturar la complejidad de su personaje, mostrando tanto su dureza como los matices de una figura que, a pesar de sus defectos, actúa como un mentor indispensable para el protagonista.

Esta tensión filosófica se manifiesta en varios momentos clave, destacando la lucha interna de Ollie por mantener su humanidad en un trabajo que a menudo exige un distanciamiento emocional. Sin embargo, a pesar de estas interacciones, la película falla en explorar completamente las implicaciones de esta dualidad. Las decisiones cruciales del personaje principal carecen del peso emocional necesario para resonar realmente con el público.

Otro punto débil del filme es el tratamiento de las relaciones secundarias debido a su falta de profundidad que limita la capacidad de la película para construir un mundo rico y cohesivo alrededor de su protagonista.

A pesar de sus deficiencias, la película ofrece algunos momentos de reflexión valiosa sobre la naturaleza del trabajo de los paramédicos y las decisiones morales que enfrentan a diario. Se acierta al mostrar la carga emocional y física que conlleva esta profesión, así como la desconexión que a menudo sienten quienes se dedican a salvar vidas en una sociedad que rara vez reconoce su sacrificio.

En conclusión

Ciudad de asfalto es un intento ambicioso de arrojar luz sobre un oficio a menudo pasado por alto, pero su ejecución desigual impide que alcance su pleno potencial, adolece de un ritmo, una narrativa repetitiva y una falta de profundidad en algunos de sus personajes y temas. Para quienes disfruten de dramas introspectivos y exploraciones morales la película podría valer la pena, pero aquellos que busquen una experiencia cinematográfica más equilibrada podrían sentirse decepcionados.

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