No creo que haya nadie que en pleno 2025 pueda sentirse estafado antes de ver una película en el cine. Estamos tan sobreexpuestos al incesante bombardeo de información inherente a la era internet que no podemos ignorar todo lo que rodea al estreno de una película: trailers, teasers, pósters, notas numéricas en páginas web “especializadas”, reacciones de influencers, tiktoks, spoilers… Ni apagando el móvil podemos escapar de las feroces garras de nuestra era.
Aunque todos los factores anteriormente enumerados son relevantes, hay uno que prevalece por encima del resto: los pósters. Al fin y al cabo, un póster te dice qué clase de producto estás a punto de consumir. De él puedes intuir el género, el público al que está dirigido, el nivel de humor/seriedad… el tipo de película, en definitiva. A nadie (que no quiera ser engañado) engaña un póster como el de las insufribles comedias españolas que contaminan nuestras taquillas desde que acabó la era que no dependía de “comedias” familiares con los mismos tres actores en todas y cada una de ellas. Tampoco engañan los pósters estilo Star Wars con seis cientas cabezas flotantes sobre un fondo épico y con colores chillones. Todos sabemos el tipo de cine que vamos a consumir, aunque no lo aceptemos.
El contable 2 es un tipo de cine que tampoco engaña a nadie. Esta secuela del film de 2016 nos trae de vuelta a Ben Affleck y su peculiar Christian Wolff. El contable, que tras su autismo esconde una verdadera máquina de matar, regresa junto a su hermano, Braxton Wolff (interpretado por Jon Bernthal con su habitual carisma), para desenmascarar una trama criminal como tantas y tantas que hemos visto en el cine hollywoodiense.
Obviar la transparencia de El contable 2 me parecería un feo detalle teniendo en cuenta sus esfuerzos en demostrar precisamente lo que es. Desde el primer momento (y el primer póster), se nos muestra un film típico de acción cuyo único propósito es entretener, independientemente de la verosimilitud de su relato. Incluso me atrevería a decir que su prólogo está diseñado de modo que perdamos el interés rápidamente en la enrevesada trama criminal que servirá de hilo argumental. O, al menos, eso es lo que me provocó a mí. Sea como sea, la gracia de la película recae sobre otros aspectos.
El rostro inexpresivo de Ben Affleck casa a la perfección con el indudable magnetismo de Jon Bernthal. La complicada relación fraterna que une a ambos personajes goza de mayor atractivo e interés que la sosa intrahistoria de El contable 2. Las mejores escenas de la película, tanto a nivel narrativo como visual son aquellas que se centran exclusivamente en la relación de ambos hermanos. Sin ser obras maestras del séptimo arte, son momentos filmados con cierta sensibilidad que ayuda a empatizar con ellos.
El batiburrillo de referencias no ayuda a dotar de mayor consistencia a una película cuya esperanza de vida dura lo justo y prometido. Desde X-Men a John Wick, pasando por el trilladísimo cine de cárteles y narcotráfico mexicano, El contable 2 no innova en prácticamente nada y se muestra demasiado dependiente de ideas ajenas para crear su propio relato. No es una película deshonesta, pero sí un poco perezosa.
En resumen
Me sorprendería saber que algún despistado espectador haya acudido al cine a ver El contable 2 sin hacerse una ligera idea del estilo de película que iba a consumir (e igual gozar, quién sabe). No creo que engañe a nadie: es entretenida, fácil, enrevesada, intensa y ligeramente vaga. Como dice (más o menos) el dicho: amarillo es, plátano es.